Cuentos cortos: GUSANOS LABORALES, muertos vivos.

Amalia trabajaba duro haciendo pajaritos de tela y lanas, pero se ganaba su dinero en un bar como camarera durante la noche. No era para nada sexy, el asunto era sólo para duros, el slogan del bar seguía la canción de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, 'Nuestro Amo juega al Esclavo', y por debajo de su anuncio explotaba la frase "a pura muerte, a todo gramo". 
Y ahí estaba Amalia, con su traje y su bandeja, esperando a sus adictos queridos y sus familias que equivocadas asistían en horarios todavía aptos para la salud. 
Una vez por semana, todos los lunes, todos los empleados, junto a sus 3 jefes, rotaban de turno pasando de mañana a tarde, de tarde a noche, y de noche mañana.... Todos excepto  Amalia, ella estaba encerrada en el circulo de la noche, tenía mucha noche, pero no divirtiendose, no conocía muchos bares, sólo tenía noche detrás del mostrador y conocía los bares en los que había trabajado.Durante la mañana y la tarde en el bar trabajan dos personas por turno: un jefe y un cocinero, pero llegada la noche el tercer dúo recibiría la compañía de un mozo, que era el rol de la nocturna Amalia.  
La molestia más grande al fin y al cabo no era para nada ni el horario, ni los clientes. La angustia de Amalia era trabajar una semana cada dos con su jefe Adolfo Limón. 
Adolfo era un hombre que había entrado en la sociedad cooperativa por un error de calculo, en realidad uno de los dos socios no lo quería, pero se aceptó considerando sus habilidades en oficios, y suponiendo su buena fé y agradecimiento. Esto último jamás sucedió y de sus habilidades no hizo lujos, asi que los dos socios que había metido a el abusador Limón se habían arrepentido al cabo de unos meses del trato, sobretodo al enterarse la velocidad con la que Adolfo Limón contaba para comenzar y ganar juicios laborales a lo loco.
De todas formas Limón no podía ser despedido porque en las clausulas su ineptitud pasiva no figuraba como válida para su despido Increiblemente, de todas las claúsulas ninguna lo abarcaba como mal socio! Así fue como destruía el negocio desde adentro e impunemente hasta el  vencimiento del contrato.
El más gris de los jefes, por si no fuera poco tener más de uno, tenía la psicopatía de ser muy simpático y lastimoso con todos los que no tenían una relación de largo plazo con él. Se lo podía ver amable, gentil, y haciendo favores a todos los que entraban al negocio, Adolfo regalaba cosas e invitaba más, se reía de chistes y contaba sus desgracias con gracia, esperanzado. Todo esto se terminaba al cabo de salir los clientes y su mirada fría volvía rapidamente a los dos empleados que estuvieran con él, exceptuando claro que uno fuera su ecuaz y frígido empleado favorito (no menos agrio que él, pero un poco más falso al convenir).
Amalia era muy sincera, y su percepción de la injusticia comenzó a acelerarse cada vez más con Adolfo, lo cual él también persivió, por lo que pronto ella pudo ganar la corona de la más odiada por Adolfo. Cada turno aprovechaba a consignarle más tareas, que Amalia cumplía por competencia aún más, Adolfo intentaba cansarla y cuando no bastaron las tareas empezó a usar su lenguaje. 
Adolfo jamás la hablaba pero hablaba de ella en forma 'incognita' pero evidente, siempre la menospreciaba, contaba que la odiaba sin nombrarla, se quejaba de ella con los demás socios que no entendían como la mejor vendedora podía cambiar tanto de un turno a otro. Amalia tuvo una charla con sus otros empleadores en la que establecieron por completo que Adolfo estaba loco y mentía compulsivamente siempre, que no era más que otro invento de su personalidad y que pronto él iba salir de la sociedad. Pero los meses se hacían pesados y el año no cerraba. 
La pelea estaba fija: quién se iría primero. Adolfo estaba casi echado y Amalia sufría los peores 7 días con Adolfo, al fin y al cabo era una mujer sensible y esas crueldades de secundaria había establecido sufrirlas una sola vez en su vida: en la secundaria y nunca más.
No quería pararle el carro directo a Adolfo, él era turbio, tenía denuncias de golpes de sus ex mujeres, sus hijos lo odiaban y era un sucio y morboso hombre física y espiritualmente.
A pesar de no aparentar lo mismo, Adolfo estaba cansado del tedio que le provocaba la cercanía de Amalia y también de atacarla, quería que por fin renunciara y así quedarán sólo los hombres con los que jamás se pelearía, su cobardía lo dejaba solo enfrentar mujeres.
Una noche, trabajando solo Adolfo y Amalia, al tirano se le ocurrió una idea filosa pero eficaz. Amalia recién había llegado y el le ordenó rápidamente una pequeña lista de tareas simultaneas en la cocina. Mientras ella lavaba la vajilla, la sombra de Adolfo entra sorpresivamente y la interrumpe:
- Amalia, ya no puedo con esta situación. Yo te amo, tenes que ser mi mujer. 
Amalia se puso blanca, el sudor frío corría por sus tembladas piernas y en un llanto salió corriendo. No quiso volver. Todas las imagenes de las ex mujeres de Adolfo se le pasaban por la cabeza, todas las heridas y las barbaridades de su autoría. Lo había logrado. Al fin había abandonado su puesto.
Adolfo marcó los telefonos de sus socios y avisó que Amalia había renunciado.  Los socios entendieron que no soportaba el maltrato. Seguido a esto le envió un mensaje de texto a Amalia que decía: si volves que sea en forma de beso. 
Amalia lloraba, Adolfo feliz. 
La joven compuesta a salvo en su casa decidió llamar a su compañero y contarle lo sucedido.
Afortunadamente su novio no era del grupo de lo sentimental, sólo para amar a Amalia acaso alguna vez dejó llevarse por impulsos. Su objetividad lo atrapó y rápido le dijo que Adolfo jamás se enamoraría de ella, él no se enamora, eso no podía ser, él sólo tenía sexo con mujeres tetonas y nunca menudas como ella, y a ella la odiaba porque su mirada desnuda lo hacía ver como lo que era, y se sentía tan descubierto que no lo soportaba... Él solo quería sacarla de su paso. La convenció.
Más decidida que nunca regresó al trabajo donde se encontraba Adolfo ganando un sueldo gratis, haciendo nada y su socio cambiando el turno junto a él. Se le puso bien delante y le dijo: Yo también te amo Adolfo. Siempre quise estar así, cerca. No quería lanzarme sin saber... pero por suerte lo sé, ahora, mejor tarde que nunca. 
El socio de Adolfo abrió los ojos grandes como dos soles y miraba a Amalia como pensando en su cordura extraviada. Pedía explicaciones y Adolfo dijo no saber de qué estaba hablando su ex empleada. Rápido, Amalia le mostró el mensaje de Adolfo y le dijo estar rotundamente enamorada igual que él  había confesado la noche anterior.
Amalia se acerco a Franco, el socio de Adolfo y le dijo, guiñandole un ojo: creeme. 
Franco, iluminado, recordó una clausula que establecía el dictamen de ''pollera 0'' en la que ningun socio podía estar con una empleada de la cooperativa y así sin más, echó para siempre a Adolfo que no pudo contradecir tal situación. 
Adolfo la odio más que nunca y la reputeó de arriba a abajo antes de irse.
Amalia miró a Franco sonriente, le explicó todo. No hacía falta, todo parecía armado pero con las suficientes pruebas, por fin se libraron de un clavo. 
Pero de todas formas toda la cooperativa siguió atenta, si había una manzana podrida es importante ver como están las otras... ¿Porque si había un gusano en la manzana del cajón y la manzana se tira, a donde va el gusano? 


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