Verano-Invierno

Como los bichos, las flores, árboles, siembras, cosechas, todo tiene su época, también las personas.
El verano es por excelencia la época de los idiotas, que florecen mostrando sus frutos, y son felices.
La superficialidad. El instante. Lo efímero. La estética y la belleza, el producto bruto.
Los idiotas teniendo sexo no se quieren ni tocar, luego de tanta transpiración, no quieren reposar y mirarse a los ojos. Procrearán en el enero festivo,inconscientes, engendrarán las multitudes de septiembre, que son lo mismo que ellos.
Las mayas, los cuerpos que lograron el estereotipo, y los que no lo lograron convencidos por los transgénicos, todos desnudos en la misma playa, reflejan bien, como vómito, el producto que no quisieron comprar e igualmente arrastraron en su carro, pagandolo en cuotas con interés: su locura consumista.
Verano para gastar guita! Verano para no meterse al mar! 
Tantos que no agradecen al mar y a la noche, en los fogones somos tan pocos... Todos quieren ir a ver tetas al teatro de revista ¿Por qué? 
En cambio, el Invierno frío, letal, verdadero y a predisposición de lo intelectual, saca una silla en la mesa de la reflexión, caen toneladas de libros, la gente piensa (ya no está abrumada de calor).
La gente consciente del dolor, ajeno, del dolor que puede ser manejar un colectivo, ser un pasaje tomando el caño helado para no tambalearse, ser un niño del jardín turno mañana, ponerse los jeanes fríos...
La gente con los ojos chinos, cachetes rojos, hombros pegados al cuello, esas miradas fijas, no paran de pensar y aman y odian al extremo. Extrañan. Existen... permanentemente. 
Haciendo el amor durante esos meses crudos, los amantes imantados, juntos, cuidandose del frío, hablando bajo el acolchado. 
Y se aman en abril bello, otros, mucho antes, celebran la proximidad del invierno y engendran lindos que salen al sol, para ver con pura claridad toda la luz y su oportunidad. Destinados a querer el verde, azul, marrón, cobijas. 
Invierno que sos frío igual que yo, que sos fiel y posees el viento, que me dueles en los cartílagos de las orejas, igual te amo, te amo, te amo. 





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